Que Arrecife es un referente en la geografía del archipiélago nadie lo cuestiona, y que a nivel mundial esté considerado un paisaje singular y único merced a los caprichos de la naturaleza, tampoco. Por ello, el devolver a la capital, uno de los espacios más emblemáticos de su marina, el denominado islote de Fermina o Islote del Amor, a caballo entre la playa de El Reducto y el Parque Islas Canarias, ha sido una de mis máximas preocupaciones desde que llegué a la Alcaldía, pues considero que cuando se asumen responsabilidades políticas lo que prima es el interés común de los ciudadanos. En este sentido las administraciones implicadas hemos trabajado de forma conjunta y coordinada en beneficio de todos, para que la obra original de César Manrique pueda ser un referente más de la ciudad moderna que anhelamos.
Pero detrás de este hito, de esta fecha de gran trascendencia está la historia reciente que es preciso recordar, es más, considero que tenemos la obligación de reivindicar la importancia de una Bahía que ha sido permanente escenario de la vida comercial, militar, naviera y pesquera de la Isla, como lo prueban la multitud de documentos que señalan que la mayoría de los navíos – con base en los puertos de Santa Cruz de Tenerife y Puerto de la Cruz- venían al puerto de Arrecife a pasar el invierno. Algo que por otro lado no es nuevo, pues la primera referencia al Puerto del Arrecife o de Las Cebollas ya se encuentra en «Le Canarien», con referencia a Gadifer de La Salle, donde se cita al «puerto llamado el Arrecife», al que se le considera «muy buen puerto para invernar cualquier navío». (1)
Y es esta identidad como “puerto refugio”, reconocida en 1853, la que vincula el desarrollo de la ciudad al mar, gracias a la habilitación del comercio hacia Europa y América, acabando con el monopolio de los grandes puertos de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas, que habían impedido la posibilidad de comerciar con el extranjero, circunscribiendo las labores portuarias del puerto de Arrecife al ámbito interinsular. Algo que resulta curioso si tenemos en cuenta que un topónimo como la Baja del Camello, figura en el mapa de Leonardo Torriani (1592) y en el de Agustín del Castillo (1686), situándola al sur del Islote de Fermina, en el área de la Playa del Reducto, lo cual es una evidencia contrastada de las singularidades del paisaje y de cómo fue referencia para viajeros y navegantes.
En el exterior de la Bahía de Arrecife se disponían los navíos que aún no habían descargado o los que atracaban durante un corto período de tiempo, pues las embarcaciones, ya descargadas y que buscaban seguridad en el puerto, podían penetrar en el mismo. El límite oriental era el Islote del Castillo, hoy conocido como Islote de San Gabriel, hasta mediados del siglo XVIII. Y también era un referente el Islote Quebrado, denominación que se mantuvo hasta el siglo XIX, por tener el arrecife una quiebra que lo dividía en dos mitades (2), y que se cambió por la actual de Islote “de Fermina” o Islote del Amor, protector del puerto y que está de plena actualidad gracias a la mirada y los proyectos del siempre visionario César Manrique.
NUNCA SE OCUPÓ EL ISLOTE
Estamos todos exultantes, toca ahora el felicitarnos por la restitución de uno de los espacios más importantes de la ciudad y pensar en clave de futuro, pero es bueno recordar que este espacio – pese a las múltiples opiniones vertidas al respecto- nunca llegó a ocuparse como espacio lúdico, aunque se iniciaran acciones tendentes a culminar el proyecto que César Manrique dejara como parte de su imaginario. Hoy, afortunadamente se nos permitirá mostrar una imagen diferente de Arrecife a través del maridaje de lo artístico y lo natural, convirtiendo al Islote de Fermina en un espacio dinamizador de la actividad turística de Lanzarote, que suma a los atractivos de la isla la posibilidad del ocio náutico ligado a la sostenibilidad del mar, la innovación tecnológica y el talento, pero también convirtiéndose en un importante vehículo de dinamización social y comercial para una ciudad que contará con un espacio – agradable y acondicionado- abierto al ocio, al esparcimiento, y que cumplirá una función social para todos los arrecifeños.
Para lograr este objetivo ha sido – y es- imprescindible la implicación y apoyo de todos, recuperando ese orgullo de ser y de vivir en esta capital, modificando nuestra forma de pensar, confiando en nuestras posibilidades de crecimiento, con una actitud positiva y sin darnos a la crítica fácil, pues en estos tiempos difíciles tenemos que estar más cohesionados que nunca. El ejemplo lo estamos dando desde las administraciones públicas, trabajando de manera conjunta, lejos de los adoctrinamientos, sumando. Así, gracias a la buena sintonía existente entre la Corporación Insular y la Corporación Municipal, ha sido posible retomar la recuperación de este lugar emblemático, instando en aquellos organismos donde ha sido necesario el desbloquear un proyecto de esta envergadura para lograr el objetivo final: abrir al público un espacio estratégico y necesario para Arrecife y para la isla toda.
TRES NOMBRES PARA EL ISLOTE
El cambio de denominación del Islote de El Quebrado por el “de Fermina” se justifica en la concesión administrativa otorgada por la Comandancia de Marina a una mujer emprendedora, Fermina Santana, para montar un pequeño astillero en el que se construyeron algunas embarcaciones nuevas y se realizaron las tareas de carenar otras antiguas. Entre los barcos de su factura destaca la balandra con su nombre, “Fermina”, de 25 metros de eslora y 90.68 toneladas de registro bruto, un encargo para don José García Argueta que tuvo al frente como maestro carpintero de ribera a don Alberto Sánchez Gutiérrez. Otra embarcación que se destinó inicialmente al cabotaje, de dimensiones algo menores, realizada a las órdenes de otro conocido maestro, don Luis Trujillo, llevaría por nombre “Rosa”, y por esa fecha se construyó también “El Rafael” y algún otro barco de menor tonelaje, lo que permite valorar en justa medida la importancia de esta empresaria que fue una adelantada para la época, ya que en el contexto de una isla pequeña el que una mujer se dedicara a estas tareas era infrecuente.
La balandra “Fermina” – así lo reseña el periódico que llevaba por cabecera la Falange- tuvo matrícula de Tenerife y se dedicaba al cabotaje entre los dos puertos, el de Arrecife y el de Santa Cruz de Tenerife, y se hundió en la noche del 19 al 20 de junio de 1954, al rodarse la carga de caña de azúcar por un golpe de mar. (3)
Pero al Islote “de Fermina” también se le ha denominado el Islote del Amor, algunos dicen que tal apelativo le viene de la costumbre que alcanzó cierto auge años atrás de ser el escenario de encuentros amorosos de las parejas, otros sin embargo lo refieren como producto del enamoramiento del artista César Manrique que fallece sin ver su obra materializada. Un deseo que se remonta a la década de los sesenta cuando la Caja de Ahorros con la Mancomunidad de Cabildos de la provincia de Las Palmas pone en marcha la empresa turística Protucasa y se construyen el Arrecife Gran Hotel, el hotel Lancelot y el complejo turístico La Santa, momento en el que don Juan Marrero Portugués encargaría al artista – avalado por su éxito en los diseños paisajísticos de Los Jameos y en el Lago Martíanez (Puerto de la Cruz), el acondicionamiento del parque Islas Canarias, los jardines del Gran Hotel y las obras en el Islote de Fermina.
UN SIGLO DESPUÉS
Se refiere en la historia de la navegación en Arrecife la fecha de 1921 como la de la botadura de la mencionada embarcación que llevaba el nombre de “Fermina”. Un siglo después se da carta de navegación a un proyecto anhelado: el recuperar sobre la Bahía de Arrecife la protección natural e histórica de un Islote que – las circunstancias y los complejos entramados de las relaciones entre personas y administraciones- impedían disfrutar como suyo a los arrecifeños. Ha sido largo el tiempo de espera, lo sé, pero la Marina de Arrecife, nuestro litoral, ya puede presumir de contar con el sello del universal César Manrique que, – como el balandro construido en 1921 bajo las órdenes de la armadora Fermina Santana en el astillero situado sobre el islote de “El Quebrado”, en La Destila, junto a la playa del Reducto-, cruzará el mundo ponderando la belleza singular de Lanzarote y la particular hospitalidad y talante que nos caracteriza.
Estamos de enhorabuena.
Astrid Pérez Batista, Alcaldesa de Arrecife